viernes, 16 de agosto de 2013

el cambio de la Juana

Es natural e intrínseco al hombre cambiar. Es un proceso que está latente durante toda nuestra vida, porque no siempre un cambio radical hace que toda la estructura mental y social de una persona se modifique. A veces son cambios mínimos, cambios de pequeñas actitudes, diferentes razonamientos a los usuales y a lo que se le podría llamar un "problema", es que ni siquiera uno se da cuenta cuando esto pasa. Sobre todo en épocas de transición, como lo son el paso a la universidad desde el colegio, o al trabajo desde la universidad, hacen que empecemos a formular las cosas de manera diferente en nuestras cabezas. Y en un abrir y cerrar de ojos, por un cambio mínimo e insignificante, puede cambiar toda nuestra presencia, forma de relacionarnos y nuestra forma de comportarnos, con uno mismo o con los demás.

Y así estaba la Juana. Estaba vuelta loca, enferma, insoportable. Porque no entendía en qué minuto ella, ni todos los que la rodeaban se habían convertido en tales hipócritas insoportables. Ya veía la vida de una forma diferente, creía en otras cosas y prefería silentemente analizar el comportamiento ajeno, a aportar anécdotas e historias que realmente a nadie le servían ni le interesaban. La gracia de la Juana era simple, ella ahora no se andaba con cinismos, ya no fantaseaba con idioteces imposibles porque de la noche a la mañana todo se había caído al suelo. El simple hecho de observar 20 minutos una conversación de los mismos amigos que veía hace tantos años la hacía darse cuenta de qué camino había tomado cada uno, ahora se daba cuenta de las mentiras y los toyos, de las llamadas de atención, de la falta de cariño, de la superficialidad, pero también de la sinceridad, del amor. Claramente nunca todo es malo, aunque así lo parezca. Ella había cambiado. Estaba conforme con su cambio (pero al parecer su círuculo no soportaba este silencio de su parte) porque ahora tenía la oportunidad de ser aún más sabia, aún mas viva, la Juana no se sentía susceptible a engaños, no enganchaba en mentiras, no pescaba pendejerías de los que alguna vez encontró sabios e inteligentes. La Juana crecía mentalmente, en medio de decepciones, en medio de darse cuenta de verdades crueles y descubriendo quienes realmente eran los similares a ellos con los que quería seguir compartiendo el resto de su vida.

Pero la Juana no podía estar feliz. Algo se lo impedía, se angustiaba y lloraba cual recién nacido .. pero dentro, muy muy muy en el fondo sabía que venía algo bueno para ella. Porque le tocaba y porque realmente, sentía que se lo merecía.

La Juana sabía que "ya nada es lo que era" ..

domingo, 11 de agosto de 2013

la Juana, pobre Juana

Hacía tiempo que Juana no sentía escalofríos constantes recorrer su cuerpo, hace tiempo que no se le nublaba la vista. Ya no recordaba la última vez que se ahogaba en llanto y sentía que perdía el control sin poder recuperarlo rápidamente. Un crisis. De angustia, de esas de las más serias y las más insoportables. Había fingido el día completo, pero Juana creía que no le había resultado. A fin de cuentas, ni los tontos son tan tontos como parecen. Era el primer minuto del día en el que se encontró sola. Completamente sola. Conduciendo por las calles, con la música fuerte y la cabeza en Narnia. Cinco escalofríos seguidos y comenzó el diluvio, los gritos y el dolor más grande que nunca había sentido su alma. Pobre Juana. Pobre porque no era capaz de hablar. Y aunque así lo fuera, no podría explicar jamás lo que sentía, y siente, porque ni ella lo entiende. Es todo nuevo, todo raro, todo sin una causa netamente conocida porque todo lo que piensa se mezcla y se contrapone. Y el problema, era que Juana quería parar de sentirse así, pero bajo ninguna razón quería dejar de llorar. Quería inundar el auto, quería que se le hincharan los ojos para que así se notara el padecimiento del dolor más grande de su vida. Pero no lo logró. Recuperó involuntariamente el control sobre el torrente que caía de sus ojos tristes y melancólicos, pero no encontró una solución, una respuesta, una señal de algo, nada. No había nada. Solo recuerdos, solo mentiras, solo amor, solo veía la perdición. 

Pobre Juana, se sentía tan sola. Quería llamar, pero sus dedos no respondían. Quería un abrazo, pero no sabía quien podría dárselo. La música la agobiaba, ya no sentía el frío. Hubiera escapado durante un par de días si fuera un poco más valiente de lo que es.