martes, 23 de junio de 2015

Ya no voy a estar solito

[ De mis tiempos mozos en como estudiante de literatura ]

Cuando la mamá me despertó para ir a tomarme la leche en la mañana me di cuenta de que tenía lágrimas en los ojos. Yo siempre me daba cuenta de esas cosas, pero nunca le decía nada. Esta vez era diferente, porque cuando le cayó una lagrimita de los ojos se rio igual que la tía Paola. La tía del jardín se ríe mostrando sus dientes blancos siempre que le regalamos los dibujos que hacemos en la casa.
Parece que abrí un poquito los ojos porque la mamá me miró un poquito sorprendida. Me agarró la mano con la que me rascaba la cara y se la puso en la guatita. Ya no vas a estar solito, me dijo; dentro de unos meses va a llegar un nuevo hermanito. Ella no dejaba de sonreír y yo no dejaba de pensar “ya no voy a estar solito”.
Me tomé la leche y me lavé los dientes con mi cepillo amarillo de dinosaurio. Los dinosaurios son mis animales favoritos y creo que me van a dar uno de mascota para mi cumpleaños. No sé cuánto falta para mi cumpleaños, pero sí sé que falta poco para entrar al jardín.
Nos fuimos caminando al jardín porque queda cerquita de la casa. Cuando llegamos la mamá me dio un beso y me dejó en la sala, me prometió que me iba a tener almuerzo rico y se fue conversando con la tía Paola hasta la entrada. Tocaron la campana y antes de saludar a los demás niños, la tía Paola me abrazó y me dijo que estaba muy feliz porque yo iba a tener un hermanito.
Estuve todo el día jugando con los conejitos con mi amigo Max. Él era mi mejor amigo de la vida porque vivía a dos casas de la mía y me prestaba sus autitos todos los sábados después de almuerzo. Max me preguntó si estaba feliz de tener un hermanito y yo le dije que no sabía. Max tiene un hermano grande y una hermanita chica y me dijo que a veces no le gustaba tener una hermanita, pero que no se imaginaba no tener a su hermano grande. Y yo pensé que quizás no quería tener un hermanito o hermanita.
La mamá con el papá me fueron a buscar ese día, pero en verdad el papá nunca me iba a buscar porque trabajaba y llegaba a la hora de la once a la casa. Siempre llegaba y tomaba café y comía pan con palta, jugaba un rato conmigo a la pelota y entraba a su oficina hasta que yo ya estaba acostado y me iba a decir las buenas noches.
Pero caminamos los tres desde el jardín hasta la casa y almorzamos todos juntos. El papá y la mamá sonreían todo el rato y hablaban de cosas raras que yo no entendía: “beibi shaguer”, “matrona”, “parto”, “cesárea”. La mamá había hecho mi comida favorita, pollo con papas fritas, pero ella no comió papas fritas porque dijo que no eran tan buenas para la guagüita mientras se tocaba la guata y mi papá la miraba y sonreía y también le tocaba la guata.
Ellos estaban contentos y creo que yo también estaba contento porque me di cuenta de que estaba sonriendo igual que mis papás. “Viste, Pedrito? Ahora vas a tener con quien jugar a la pelota cuando yo esté trabajando y vas a tener a quien cuidar. Vas a ser el hermano mayor y le vas a tener que enseñar todo lo que sabes a tu nuevo hermanito, tal como yo lo hice con tu tío Juan Pablo”. Y yo me hice ilusiones y pensé en que mi amigo Max quería mucho a su hermanito grande, entonces mi hermanito también me iba a querer mucho a mí.
Pasó mucho tiempo, no sé muy bien cuanto, pero la mamá ya tenía la guata hacia afuera y el ombligo también y mi papá en vez de jugar conmigo a la pelota pintaba la pieza de mi hermanito y armaba la cuna y compraba peluches y unas cosas raras que dan vuelta arriba de la cuna. Creo que yo también tenía una de esas cosas cuando era guagüita. A veces me daba pena, pero a veces no porque Max todavía quería jugar siempre conmigo a los autitos.
Un día yo estaba quedándome dormido después de rezarle a mi angelito de la guarda cuando la mamá empezó a gritar. Y el papá entró en mi pieza gritando “ya viene Pedrito! Ya viene llegando tu hermanito! Con la mamá vamos a ir a la clínica y tu abuelita se va a quedar aquí contigo”. Salió disparado a la pieza de mi hermanito, tomó un bolso amarillo con animalitos dibujados y corrió a ayudar a la mamá para meterla al auto. Yo miraba desde la ventana y todos se reían y gritaban y la mamá me tiró un beso antes de irse y la abuela aplaudía.
Después de tres días volvieron los papás a la casa con mi hermanito, Diego. Era tan chiquitito que cuando la mamá me dejó tomarlo en brazos me morí de miedo y la abuela me lo quitó al tiro. El papá ya nunca jugaba conmigo a la pelota, la mamá no me iba a dejar al jardín y la abuela estaba todo el día en la mecedora con el Diego.
Yo no quería ser el hermano mayor, ni el menor. Quería que el papá jugara a la pelota conmigo y que la mamá me llevara al jardín y que la abuela hiciera queque todos los domingos. Pero eso ya no pasaba y yo tenía que cuidar a mi hermanito cuando la abuela se quedaba dormida y la mamá estaba bañándose y el papá trabajando.

Yo quería estar solito a veces y jugar con Max después de almorzar los sábados.

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