martes, 2 de julio de 2013

el paso de una estrella fugaz

Siendo una persona que medita cada detalle que pasa en su vida, en mi cabeza va dando vueltas el tema de las amistades y los conocidos.
Qué es la amistad? Existe una amistad dónde haya 100% de confianza el uno en el otro? Existe estar siempre en las buenas y en las malas? Los amigos que uno quiere quedan para toda la vida?
Son pocas preguntas, pero cada una de ellas podría tener una respuesta extenuante, larga y, claramente, muy debatible y discutible.
Basado en mi experiencia personal, las amistades son como estrellas; algunas pasan como estrellas fugaces, otras después de años se apagan y otras siguen ahí hasta la última mirada al cielo que damos en nuestras vidas. 
Claramente, a parte de la afinidad y gustos en común que uno tiene con los amigos, la confianza es el ingrediente principal, porque al final, uno recurre a los amigos cuando tiene problemas, penas, rabias o cuando quiere estallar de felicidad. Lo importante de la confianza es tener claro que de a poco se hace cada vez más potente e importante, pero cada vez más frágil. La confianza es como un vidrio que se rompe, a veces se da por perdida, a veces se puede, con mucha paciencia, reconstruir pedazo a pedazo, pero jamás va a volver a ser lo mismo.
Conocidos hay miles, amigos que pasan a ser conocidos también. Por qué dejamos de vernos, por qué dejamos de hablar; para mí hay una respuesta muy sencilla y compleja a la vez. Creo que las personas llegan a tu vida en cuanto uno las necesita y se van cuando te entregaron todo lo que te debían entregar. Es un ciclo, así como algunos se van, otros llegan y otros están siempre, porque siempre serán compatibles y tendrán nuevas cosas que mostrarte.
Las casualidades no existen, el destino nos une a ciertas personas en momentos precisos y nos separa cuando es tiempo de separarse. Pero esto no debería darnos pena, no debería afectarnos, porque todos vivimos el mismo proceso de local y de visita. Quizás pensamos que perdemos a demasiados amigos, que eramos unidos y ya no nos vemos, pero para otras personas uno cumple la misma función.
Ahora, claramente, hay amistades que son para toda la vida y la gran gracia de este tipo de relaciones es que sin importar cuántas veces al año se vean dos personas, cuántas veces hablen por teléfono, la amistad sólida sigue siendo siempre la misma. 
En mi experiencia personal, tengo pocos amigos cercanos; algunos que son mi familia y veo casi todos los días de la semana y otros que veo una vez al año con suerte. Pero de esos amigos que veo poco, siempre puedo rescatar cosas valiosísimas de una ínfima visita, de una banal conversación por whatsapp.
Hay que aprender a valorar a la gente en el minuto que está presente en tu vida, y no llorar de pena cuando se alejan. Siempre con una sonrisa recordar lo bueno, aprender de lo malo y desear lo mejor a esa persona que ahora estará con alguien que necesite más de su compañía.
Las amistades son complejas, son disfuncionales, a veces ni siquiera se entienden, pero son de las relaciones más valiosas que uno tiene en la vida. Sea 1 o sean miles, los amigos son tu segunda familia, y creo que yo puedo considerarme afortunada de tener una familia de amigos tan presente en mi vida.
La amistad no se basa en exigencias, en verse todos los días. La amistad se basa en entender, en dar espacio, en ser feliz por la felicidad del otro y poder compartirla juntos. No creo que haya una fórmula, no creo necesario estar presente para siempre en la vida de muchísimas personas. Sólo me contento con saber que pude hacer feliz a alguien con mi compañía mientras era necesario. La amistad no es ambiciosa, es sencilla y humilde, sabe perdonar, sabe acoger, sabe reír y sabe llorar.
Es gratificante ser una estrella que no se apaga, pero hay que saber disfrutar también el ser una estrella fugaz.

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